jueves, 16 de junio de 2011

DESPIERTOS Y PREPARADOS

Comentario a la Palabra de Dios  (Mt 24, 37-44)
DESPIERTOS Y PREPARADOS
El fin de todas las cosas nos parece una cosa lejana. Ya no vivimos con la expectación de los primeros cristianos. Sin embargo, la actitud de vigilancia sí forma parte irrenunciable de nuestra fe.
Porque creemos que la historia tiene un sentido, creemos también que llegará a su fin. Este mundo, tal como lo conocemos, no puede permanecer para siempre, pasará. Pero todo cuanto ha habido en él de hermoso, bueno, valioso, salido de las manos de Dios y transformado con la colaboración de los hombres, tendrá su “Pascua”. Los creyentes aguardamos este final con esperanza, que expresamos al decir “venga tu Reino” o “ven, Señor Jesús”.
Lo que vale para el mundo y la historia en su conjunto, podemos también aplicarlo a las cosas, situaciones, personas, que nos son cercanas y que también habrán de pasar. Nuestra propia vida debe llegar al trance de morir. Todo tiene un final que vendrá “cuanto menos lo esperemos”. Jesús, al narrar el modo en que acontece el final, revela una extraña discriminación de Dios: “a uno lo tomará, al otro lo dejará”. Ciertamente, en muchas ocasiones las personas tendemos a decir: “¿por qué a mí?” Muchos viven con el resentimiento de los golpes que han recibido en la vida; otros sufren con la angustia y el temor de las desgracias que pueden sucederles.
El evangelio no pretende asustarnos. De nada sirve el miedo, sólo para paralizarnos y hacernos débiles. Más bien, el evangelio de hoy está colocado como un “gran despertador”. Quiere invitarnos a vivir con una actitud de sabiduría y serenidad: en toda circunstancia, estamos en manos de Dios y debemos estar vigilantes, preparados con la energía que nos da ser creyentes, gente de esperanza y dispuesta a amar siempre.